El día 13 de abril era el cumpleaños de mi madre. Ella ya partió con el Señor hace muchos años, pero en esta tierra, siempre vivió para servirle y era un ejemplo en querer estar cerca de Él. Nunca gozó de buena salud y, muy pronto en su vida, los síntomas del Párkinson hicieron su aparición de forma sibilina pero constante, dejando su cuerpo absolutamente devastado. Aun así nunca dejó de decir con Job: “Yo sé que mi Redentor vive y aunque sea desecha esta mi piel con mis ojos yo he de ver a Dios” (Job 19:25-27). ¡Ahora ya le ve! Sin dolor, sin llagas y sin temblores. ¡Qué esperanza más grande para los que la amamos tanto y la seguimos amando! Mi padre la siguió, después de unos años y, ahora, ya están los dos, con mi querida abuela, y otros seres amados, con su Señor, gozando para siempre de Su presencia y paz eterna.
Quizás te preguntes porqué empiezo así mi reflexión de hoy. Es que he estado leyendo, en mi tiempo devocional, Eclesiastés capítulo 12 y quiero hacer una llamada muy especial a los jóvenes lectores de estas “Reflexiones”.
El versículo primero, de este capítulo, es un mandato tremendo para aquellos que aún no han llegado a la vejez. Léelo conmigo. “Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes de que vengan los días malos..., cuando digas: La vida ya no es agradable.”
¿Días malos? No, lo siguiente. Te transcribo la descripción que hace el escritor sagrado de esos días. Lo copiaré de la Nueva Traducción Viviente:
“No te olvides de tu Creador. Hónralo mientras seas joven antes de que la luz del sol, de la luna y de las estrellas se vuelva tenue a tus ojos viejos, y las nubes negras oscurezcan para siempre tu cielo. Acuérdate de Él antes de que tus piernas -guardianas de tu casa- empiecen a temblar y tus hombros -los guerreros fuertes- se encorven, antes de que tus dientes -esos pocos sirvientes que te quedan, dejen de moler y tus pupilas -las que miran por la ventana- ya no vean con claridad…”
Vaya panorama ¿verdad? No está muy lejos del descrito en el primer párrafo de este texto. Es por eso que escribo hoy para ti, para que antes de que llegue la vejez, pienses en tu Creador y vivas para Él.
Me alegro cuando oigo a los jóvenes decir que a ellos no les va a pasar nada durante esta pandemia. Menos mal que, en la mayoría de los casos tienen razón. La enfermedad está atacando cruelmente a los mayores. Sin embargo, eso no cambia nada de lo que dice el texto leído. Ahora eres joven. ¡Maravilloso! ¿No? Pero recuerda que llegará el día en que ya no lo serás.
Vive ahora con el gozo del Señor puesto. Sírvele como nunca. Ámale más que antes. Que este confinamiento te sirva para ver que, si no estabas muy cerca de Él, debes volver, cuanto antes, si quieres un día gozar de su presencia, en el cielo, para siempre. Dios no tiene nietos, solo tiene hijos, y quiere que tú seas uno de ellos. A lo mejor has estado, por un tiempo, en “la provincia apartada”, igual que el hijo pródigo. ¿Has pensado en levantarte ya, y volver al Padre? Pues ¡piénsalo!
Pero, además, y retomando el sufrimiento de la vejez, ¿te estás acordando mucho, estos días, de tus padres o tus abuelos mayores? Quizá no puedes ir a verlos o abrazarlos. Pero sabes lo mucho que significas para sus vidas. No dejes de llamarles, de besarles a distancia, de enviarles abrazos virtuales. Vosotros los jóvenes sabéis mucho de eso. ¡Practicadlo con ellos!
Ester Martínez Vera